X (Momento en el que toman la decisión de colaborar con el alienígena)
Esther Estrada
Esther Estrada
Aitor Atozki
Cuando volví a la cubierta, Experson seguía allí, impasible, sin perder de vista a Abel. Seguía con su extraña letanía (cansado, cansado, cansado) que repetía desde hace tres horas. Me senté con él mientras los demás dormían y le observé con curiosidad. Nos había dicho que en ocasiones, cuando sucedía algo trágico, un objeto podía absorber esas energías, y todo el que lo mirase vería reflejados sus temores, que le perseguirían hasta que pudiese afrontarlos o le acabaran consumiendo.
—¿Por qué la piedra de Abel? —pregunté tímidamente— No pudo sufrir tanto por la muerte de su padre.
—Vive —respondió lacónicamente, sin mover esos ojos que parecían vidrio.
—Experson, no te entiendo. Dices que tu mundo es perfecto, que vencisteis a la muerte, que no tenéis preocupaciones, ni sufrís por el amor. ¿Qué sentido tiene esto?
—No perfecto, seguro. Sin miedo... Cansado... muy cansado... frío...
—¿Qué?- Empezaba a temer que Experson estuviese delirando.
—Mundo frío. No nos preguntamos. No amamos. Nada importa. Cansado...
—¿Y por qué no lo cambiáis? ¿Por qué no puedes encontrar la piedra? ¿Por qué nos necesitas?
—No sabemos soñar.
Alicia Rodríguez Vicente
Vladimir, yo miraba a mis compañeros y pensaba, cuatro agentes de la KGB, que no sabíamos donde estábamos, solo que hacia calor, y que teníamos que ir a Rusia de donde habíamos escapado, solo porque Experson el alienígena que ya había pasado a ser parte de nosotros, nos mandaba ir a buscar la piedra negra.
Abel nos había artado de oírle hablar en sueños, con las piedras que se movían, pensando todos que estaba medio loco, y ahora Experson nos mandaba a ese lugar. Dimitri, Iván y yo nos mirábamos pensando si seria verdad todo lo que soñaba Abel.
Nos preguntábamos- ¿Y como íbamos a ir?- si no sabíamos donde estábamos. Aquel silencio era lo mas duro, ninguno de nosotros sabia que decir.